24 Oct Esperanza de recuperación tras los incendios extremos en Galicia: iniciativa en la aldea de O Seixo (O Bolo, Ourense) #2

Esperanza de recuperación tras los incendios extremos en Galicia: la iniciativa en la aldea de O Seixo (O Bolo, Ourense)

 

El miedo y las catástrofes suelen despertar la solidaridad comunitaria. Los incendios extremos que asolaron el sureste de Galicia en agosto de 2025 han dejado tras de sí un paisaje profundamente transformado: decenas de miles de hectáreas devastadas por el fuego. Las llamas arrasaron viviendas en varios núcleos de la comarca de Valdeorras y cubrieron de negro amplias superficies ocupadas por matorral y repoblaciones de pino, afectando también a áreas de bosque caducifolio, viñedos y otros usos del suelo. La angustia vivida por los vecinos de numerosas aldeas, rodeadas por las llamas, ha dado paso a una reflexión colectiva sobre el futuro de su entorno: qué hacer con el territorio y cómo contribuir entre todos a un paisaje más seguro y resiliente. La respuesta pasa, necesariamente, por la cooperación vecinal. Un encuentro con los vecinos y propietarios de la aldea de O Seixo, con el apoyo del Concello de O Bolo, ejemplifica este espíritu de colaboración. Esta iniciativa no solo sienta las bases para la recuperación ecológica y paisajística tras el incendio, sino que también reconecta emocional y culturalmente a la comunidad con su territorio, fortaleciendo los lazos vecinales y el compromiso con la conservación de sus valores ambientales.

 

La identidad y el modo de vida en el medio rural de Galicia están ligados intrínsecamente a sus singulares características geográficas y ecológicas. La emigración y el envejecimiento poblacional constituyen los principales factores que explican la despoblación y el declive demográfico. Estas circunstancias, que se han intensificado marcadamente en las últimas cinco décadas, están directamente asociadas al progresivo abandono de las actividades agrarias en Galicia.

Pero el abandono agrario no responde únicamente a causas demográficas; sus raíces son mucho más profundas. Nos enfrentamos a una infrautilización del territorio rural gallego y a la desaparición paulatina de las actividades agrícolas y de ganadería extensiva. ¿Por qué? Entre los factores estructurales más determinantes, encontramos la extinción del modelo de explotación agraria de autoconsumo o subsistencia, el pequeño tamaño y la fragmentación de la propiedad de las parcelas agrícolas, la demanda de empleo desde otros sectores económicos, y los estilos de de las parcelas agrícolas, la creciente demanda de empleo en otros sectores económicos, y la evolución de los estilos de vida y las aspiraciones de las nuevas generaciones.

¿Cuáles son, entonces, las consecuencias del abandono agrario en Galicia? Son múltiples y preocupantes. En primer lugar, la pérdida irreparable de la identidad cultural del medio rural gallego. El valor productivo del territorio disminuye, dejando de ser una fuente de riqueza, de alimentos y otros recursos. El paisaje tradicional sufre una profunda transformación y degradación. La falta de cuidado de las fincas agrícolas conlleva la pérdida de elementos patrimoniales como los pequeños muros de piedra o los bancales, que también forman parte de nuestra identidad cultural. El abandono también facilita la erosión del suelo y la colonización de ciertas especies arbóreas y arbustivas. Promueve una vegetación que acumula biomasa a menudo muy inflamable. La ausencia de un uso ganadero en los montes y el abandono de parcelas forestales, junto con los otros factores mencionados, acentúan una pérdida de biodiversidad y un aumento significativo del riesgo de incendios forestales.

Matorral de brezo dos meses después del incendio del 16 agosto de 2025 en el Monte Vecinal en Mano Común de San Vicente de Leira (Vilamartín de Valdeorras, Ourense) 

 

Emergencia climática e incendios catastróficos

En este escenario ocurre la situación de emergencia climática que exacerbó el riesgo de incendios forestales en el sureste de Galicia en agosto de 2025 y acentuó su magnitud. Los incendios de sexta generación alcanzaron la mayor extensión en la historia regional desde que existen registros, y afectaron o amenazaron gravemente a espacios de la Red Natura 2000.

Sucedieron durante una ola de calor extraordinaria (la más intensa y larga observada en España), con circunstancias meteorológicas extremas atribuidas al cambio climático. Su propagación fue rápida, principalmente por estas condiciones meteorológicas extremas de altas temperaturas y baja humedad del aire, y también por la presencia de fuertes rachas de vientos muy cambiantes. Un solo incendio, el de Larouco, afectó a alrededor de 40.000 ha, representando algo más del 30% de la superficie total quemada en Galicia ese mes.

El abandono agrario subyace a una estructura del paisaje y al predominio de una vegetación muy vulnerables al fuego, más allá de la mera acumulación de biomasa y conectividad del combustible. En muchas áreas fue un incendio de copa que saltó cortafuegos, pistas y carreteras, liberando pavesas que, arrastradas por un viento cambiante, propagaron el fuego de manera incontrolable.

Esta concatenación de factores desencadenó una severidad del fuego catastrófica en diversos puntos, provocando impactos ecológicos devastadores (Cuadro 1). Estos daños, concentrados geográficamente afectaron gravemente a la biodiversidad y a los servicios ecosistémicos, particularmente aquellos vinculados al ciclo del agua, además de daños en algunos núcleos habitados.

Por su magnitud se activó el nivel 2 de emergencia en la provincia de Ourense, y se movilizó a la Unidad Militar de Emergencias (UME) entre otros recursos extraordinarios para su extinción, estando todos absolutamente desbordados por la gran cantidad de focos presentes, lo que dificultó la llegada de medios a muchos lugares. Por eso los vecinos tuvieron que luchar por salvar sus pueblos.

Los factores estructurales causantes dificultan la innovación efectiva en las políticas agrarias, a pesar de valiosos enfoques y esfuerzos para incentivar el relevo generacional, fomentar la agricultura ecológica y la diversificación de actividades, promover el acceso a fincas de cultivo o uso ganadero mediante el banco de tierras o polígonos agroforestales para superar las limitaciones del minifundismo.

La comarca de Valdeorras, es un territorio representativo del noroeste de Ourense con una densidad de población muy baja en el contexto gallego, de menos de 30 habitantes/km2. Es propia de un territorio rural con grandes superficies aptas para actividades del sector agropecuario y poco poblado, donde la población activa agraria, sin embargo, sólo representa hoy alrededor del 4% del total, una cifra inferior a la de otras comarcas gallegas.

Esta comarca es representativa del abandono agrario comentado y de los incendios de agosto de 2025. Consideramos que un enfoque territorial comarcal es imprescindible. Pero, además, proponemos un enfoque con base local, a nivel inframunicipal, que incorpore actuaciones de desarrollo e innovación social, capaces de catalizar un cambio positivo y constructivo.

Paisaje nevado en O Seixo, enero de 2023. En el centro, O Lombeiro

Transformación del paisaje cultural

Galicia tenía un espacio rural que definía un paisaje con un territorio ordenado por usos del suelo tradicionales eficientes y una experiencia de preservación de los recursos naturales de siglos, con un aprovechamiento admirable, respetuoso y sostenible marcado por las necesidades de subsistencia.

Hace un siglo, el paisaje cultural de Valdeorras era un mosaico agrario de vegetación y usos del suelo muy heterogéneo y cuidado. El cambio socioeconómico en el medio rural transformó el paisaje en otro muy diferente, abandonado y más uniforme, por la desaparición o acusada reducción de la mayoría de los usos tradicionales de los recursos biológicos del monte.

Históricamente, en las laderas de los montes, existían espacios agrícolas como las ‘bouzas’, las ‘searas’ de monte y las ‘poulas’. Estos terrenos, a menudo de fertilidad limitada, estaban dedicados al cultivo de cereales rústicos de ciclo corto, como el centeno del país o el trigo tremesino. Su aprovechamiento ancestral era complejo y cíclico mediante la técnica de roza (corta de la vegetación que se dejaba secar en el terreno) y quema (para fertilizar el suelo con las cenizas). Un fuego cuidadoso de una superficie pequeña, causando un mínimo impacto. Después, se labraba la tierra con azada o arado romano (tirado por mulos) para la siembra.

Además del principal producto a cosechar, las espigas con su grano, se recogía paja, un subproducto para la alimentación del ganado (y camas para los establos). El rastrojo, cualquier espiga o material vegetal que quedaba en el monte era un valioso recurso alimentario sobre todo para cabras y ovejas. Después seguían largos periodos de barbecho para permitir su recuperación y reiniciar el ciclo.

Rebaño de cabras cruzadas. básicamente con raza Guadarrama, muy rústica, en montes de Vilariño de Conso (Ourense). Fuente: Antonio Tuzzi

Sin embargo, debido al progresivo abandono de estas prácticas de cultivo y manejo del monte, estos espacios han experimentado una profunda metamorfosis. La interrupción de la rotación y el labrado ha facilitado la ocupación permanente por un matorral cada vez más alto y denso, configurando un paisaje que refleja la memoria de su pasado agrario, pero que hoy presenta un alto riesgo de incendios forestales.

La desaparición local del pastoreo y la gran mayoría de rebaños de cabras y ovejas, una forma aprovechamiento tradicional como pasto de los arbustos del monte, en particular, ha contribuido mucho a la proliferación de áreas extensas de matorral muy densas, con más biomasa leñosa acumulada y menos biomasa herbácea. Antes, su biomasa se limitaba periódicamente mediante quemas cuidadosas a finales de invierno de origen ancestral, que favorecían la abundancia y calidad del pasto. Sin cultivo y sobre todo sin pastoreo, la vulnerabilidad al fuego del monte es mayor.

Los vecinos de O Seixo en un ‘magosto’, acontecimiento festivo de consumo de castañas asadas, el 18 de octubre de 2025

Repoblaciones forestales y abandono del uso agrícola

Aparecieron nuevos usos del monte. Las grandes repoblaciones de pino resinero (Pinus pinaster) realizadas durante la segunda mitad del siglo XX en O Bolo, Larouco, Carballeda de Valdeorras o Rubiá, y las plantaciones de pinos en montes de Vilamartín de Valdeorras, por ejemplo, crearon un paisaje con áreas muy continuas de pinar, sin desbrozar ni gestión óptima, en cuyos intersticios forestales se desarrollaron y regeneraron bosques caducifolios, como los de ‘rebolo’ (rebollo, Quercus pyrenaica), que antes se usaban como ‘touzas’ o monte para leña, o los ‘soutos’ (terrenos con castaños) sin podar ni cuidar, quedaban abandonados.

Numerosas pistas y la densa red de antiguos caminos rurales se ocuparon por matorral y arbolado, haciéndolos intransitables, y uniformizando el paisaje. Muchos cortafuegos, después de las plantaciones forestales en el monte, carecen de un mantenimiento adecuado, y provocan el efecto contrario ya que no son eficaces para frenar la propagación del fuego cuando es virulento, algo más frecuente con el calentamiento global.

Por otra parte, en paralelo tuvo lugar el abandono del cultivo agrícola en los lugares más fértiles, del espacio del agro, constituido por numerosas ‘leiras’ (parcelas de cultivo pequeñas) privadas usadas tradicionalmente para huerta, árboles frutales y ‘soutos’. La finalidad de los ‘soutos’ era muy importante porque su relevante producción de frutos comestibles, las castañas o ‘bullotes’, eran un alimento muy importante ya que podía prepararse de diversas formas y eran nutritivas y relativamente fáciles de encontrar, con una producción entre 20 y 60 kg por árbol maduro en condiciones óptimas.

Pinar de elevada densidad, originado por regeneración natural de semillas y sin manejo selvícola, en una finca de antiguo uso agrícola afectada por el incendio en O Seixo

El abandono del espacio agrícola cultivado del entorno de los núcleos habitados determinó la acumulación de biomasa herbácea y leñosa. Antes la ganadería local aprovechaba y limitaba esta acumulación. Este abandono también ha favorecido las plantaciones en fincas privadas o la colonización de pinos y otras especies arbóreas en área agrícolas, incluso la regeneración de bosques, y el desarrollo de matorrales altos y densos, en espacios más fértiles y productivos.

Por eso, en las zonas de contacto entre viviendas y arbolado (interfaz urbano-forestal), se reguló el establecimiento de fajas de protección o de gestión de biomasa para reducir la carga de combustible y el riesgo de propagación de incendios. Se debe reducir o eliminar la biomasa (mantener ¨limpias¨) unas franjas perimetrales a una distancia de 50 m de las viviendas y hasta 100 m de núcleos declarados de alto riesgo de incendios.

Hoy pinos y vegetación natural proliferan en el entorno de las viviendas en muchas áreas, habiendo casos en los que están pegados a las propias viviendas o a las carreteras que comunican pequeñas localidades. Los concellos o los vecinos no pueden conservar desbrozadas unas mínimas franjas o áreas protectoras del fuego. “Tengo 80 años y una pensión de 700 euros, no puedo mantener limpias mis fincas”, dice un vecino según relata Enrique Álvarez, alcalde de Vilamartín de Valdeorras, reconociendo las severas limitaciones que tienen los concellos pequeños para proteger del fuego según la normativa.

Figura 1. Mapa de relieve sombreado de la parroquia de O Seixo (O Bolo, Ourense) e identificación de las superficies de monte y parcelas agrícolas. Fuente: Google Earth y Visor SIXPAC da Xunta de Galicia.

Los vecinos y vecinas de O Seixo se han reunido varias veces en la Casa do Pobo, varias impulsadas por el alcalde de O Bolo, para reflexionar sobre la gestión de su territorio quemado y prevenir incendios en el futuro. Promovido por la Comunidade de Montes Vecinales en Mano Común de O Seixo, con apoyo del Concello de O Bolo y la Universidad de Vigo, se celebró el 17 de octubre un encuentro con vecinos y propietarios.

El monte de varas y las fincas agrícolas tienen pinos quemados con valor comercial como madera de sierra y otros de menor tamaño susceptibles de aprovechamiento para triturado o conglomerado, siendo preciso en todo caso la eliminación de toda la madera no comercial de esta especie afectada por el fuego.

Los vecinos y las vecinas acordaron tres cosas muy importantes e innovadoras para la gestión colectiva en O Seixo. Para el monte de varas –que no está constituido formalmente–, designaron a la Asociación de Vecinos de O Seixo para actuar en su nombre, como titulares de los derechos de esta propiedad en proindiviso inscrita en el registro correspondiente, en todos los trámites administrativos ante a Xunta de Galicia relacionados con la solicitud de autorización del aprovechamiento maderero y recuperación (que incluye las ayudas del Decreto 79/2025, de 29 de septiembre de medidas urgentes de ayuda para la reparación de los daños causados por los incendios forestales que afectan a Galicia durante el verano de 2025).

Para este mismo fin en las fincas agrícolas, se designó a un vecino para representar al conjunto de vecinos, con la excepción de algunos vecinos que no tienen pinos quemados o prefieren gestionarlo de forma individual. Además, para estas fincas, se designó al mismo representante para futuras decisiones sobre actuaciones de conservación y mantenimiento preventivas de incendio en el futuro.

Reunión de vecinos de O Seixo para prevenir futuros incendios el 24 de agosto de 2025. Fuente: OSil.info

El territorio de O Seixo

Santo Anxo do Seixo es el nombre de una pequeña aldea y parroquia del concello de O Bolo, en el noroeste de la provincia de Ourense. Es un municipio clasificado como “a revitalizar” en el Plan de la zona de Valdeorras de la Agencia Gallega de Desarrollo Rural (Agader). O Seixo (que significa ’El Cuarzo‘) es un topónimo gallego que hace referencia a este mineral predominante en la cuarcita, una roca metamórfica apreciada por su dureza y belleza, objeto de extracción y presente –junto a la pizarra– en el territorio y en la denominación social de varias empresas mineras de la comarca de Valdeorras.

O Seixo es un asentamiento rural situado en un relieve con pendientes pronunciadas, enclavado a media ladera, que refleja una adaptación a un entorno geográfico específico, con probables conexiones prehistóricas en su origen. Los lugares aislados, con visibilidad, un drenaje adecuado y una exposición solar hacia el sur ofrecían condiciones de seguridad y ambientales favorables. Desde donde se ubican las viviendas, a 620-570 m, existe un valle que desciende en una distancia muy corta, de un kilómetro o menos 130-170 m de altitud hasta el río Xares, afluente del río Bibei y éste a su vez del río Sil.

Construcción rural tradicional de uso agroganadero de O Seixo, con muros de pizarra y una puerta de madera maciza con marco de madera, probablemente de castaño. Tiene un banco de piedra (‘poio’) característico de las aldeas del interior de Galicia, usado para descansar o apoyar cargas

 

O Seixo está constituido por el núcleo principal y un barrio próximo, O Lombeiro, que hace referencia a su situación en una elevación o loma (‘lomba’, en gallego). Una calle estrecha define una hilera de viviendas tradicionales con muros y tejados de pizarra, y ventanas pequeñas. Algunas con dos plantas escalonadas en la ladera, la inferior con un uso tradicional de bodega o para los animales. Pequeñas terrazas a su alrededor definían espacios de huerta y cultivo agrícola, algunos árboles frutales dispersos, viñedos y ‘soutos’.

La superficie total de O Seixo es alrededor de 550 ha, y podemos distinguir tres clases de propiedad privada (Figura 1). La superficie originalmente agrícola representa casi el 50% de la superficie total y está constituida por numerosas parcelas pequeñas. La superficie restante es monte de propiedad colectiva vecinal. Una pequeña parte es monte en mano común (menos del 5%), de todos los vecinos residentes, que está sobre todo concentrado al sur. La mayoría es monte de varas (casi la mitad de la superficie total) que, a diferencia del anterior, se transmite hereditariamente.

Figura 2. Delimitación del área de Red Natura 2000 sobre un mapa de relieve sombreado de la parroquia de O Seixo (O Bolo, Ourense) e identificación de las superficies de monte y parcelas agrícolas. Fuente: Google Earth, Visor xeográfico de conservación de natureza e Visor SIXPAC da Xunta de Galicia.

El monte de varas y vecinal (en adelante lo denominamos comunal) y áreas agrícolas deal suroeste de la parroquia forman parte del extremo nororiental del espacio protegido Macizo Central, que forma parte de la Red Natura 2000, que representa casi el 70% de la superficie total de la parroquia (Figura 2).

El fuego recorrió O Seixo el 16 de agosto de 2025 y los vecinos con ayuda de la UME protegieron sus viviendas. Ardió el 91% de la superficie parroquial (Figura 3). Ángel, un vecino, sintió desesperación “pensando que ardía todo el pueblo, pero a vez de fortaleza para luchar contra el fuego y evitar que ardieran las casas”. Los sentimientos de Eliska, una joven vecina emprendedora con su pareja, fueron “frustración, impotencia, miedo, rabia y tristeza”.

La mayoría de este espacio agrícola del entorno del pueblo, en las laderas próximas, estaba abandonado y ocupado en gran parte por matorral y pinos (P. pinaster), a veces con alta densidad, sin manejo, resultado de una colonización progresiva tras un incendio de hace décadas. Con un clima mediterráneo continental, aunque con influencia atlántica, presenta rodales de vegetación arbórea o individuos aislados de ‘sobreiras’ (alcornoque, Q. suber) y ‘aciñeiras’ (encinas, Q. ilex), además de ‘rebolos’ y ‘carballos’ (robles, Q. robur), jaras entre otros.

La superficie de espacios de Red Natura 2000 afectada por el fuego es el 97% sobre el total parroquial, en concreto 356 ha.

Figura 3. Delimitación de la parroquia do Seixo (O Bolo, Ourense) sobre una imagen de Google Earth antes del incendio (superior; 27/6/25) y después (inferior; 5/9/25). En está última se identifícan lasáreas no afectadas por el fuego mediante polígonos con una línea verde. Fuente: Google Earth

 

“Árbores que non queimen facilmente”

En el encuentro de vecinos y propietarios mencionado, se registró mediante una encuesta individual su opinión sobre los usos en el monte y en el espacio agrícola.

¿Qué paisaje desean? Una vecina de O Seixo expresaba de forma clara y concisa qué quiere para su entorno incendiado: ”árbores que non queimen fácilmente” (“árboles que no queman fácilmente”). La realidad es que en O Seixo y el entorno de las viviendas existían árboles con distinto comportamiento ante el fuego, es decir, facilidad de arder y propagar el fuego.

El alcornoque es la especie menos inflamable y que más lentamente propaga del fuego. Su presencia en rodales dispersos y árboles aislados ha contribuido a la protección frente al incendio. El castaño tiene una inflamabilidad baja-media y una facilidad de propagación media. Los grupos de árboles formando ‘soutos’ en los hábitats más húmedos que estaban desbrozados fueron protectores.

Rodal de alcornoques chamuscados en una finca de antiguo uso agrícola afectada por el incendio de O Seixo

La encina presenta una inflamabilidad y facilidad de propagación media, pero se presentaba como pies aislados en el seno de un matorral. El rebollo presenta una inflamabilidad media, pero facilita la propagación del fuego. Afortunadamente no era muy abundante en el entorno habitado.

Por el contrario, el pino es una especie de muy alta inflamabilidad y facilidad de propagación del fuego.  Es la especie más común, con más árboles y forma rodales a veces muy densos y otros presentan árboles de 8 a 15 m de altura (15 a 20 cm de diámetro normal). Además, es la especie que más se extiende a lo largo y ancho de las laderas vecinas más alejadas de los núcleos habitados. Es una especie altamente pirófita por sus aceites volátiles, y la presencia de copas continuas y hojarasca resinosa facilitan la propagación vertical y horizontal del fuego, y la parte tiene la capacidad de prender la distancia cuando comienzan a arder las piñas, ya que pueden ir rodando favorecidas por la pendiente y propagar el fuego con facilidad. Además, esta especie tiene una alta capacidad de invasión y ocupación de otros espacios, por lo que su presencia local aumenta la vulnerabilidad al fuego.

Ninguna persona de O Seixo quiere pinos en su entorno. Existe un consenso, es una especie a erradicar del territorio de la parroquia. Tampoco desean que exista eucalipto, otra especie pirófita. Existe un pequeño rodal de eucalipto en el entorno del pueblo. Aciertan, pues la capacidad de ignición, de propagación del fuego, e incluso la velocidad de propagación del fuego en laderas con viento, supera a la del pino.

 

Viñedo en O Seixo

Paisaje seguro y productivo

Después del incendio sufrido, todas las personas desean un paisaje seguro y productivo en el monte comunal y casi todas en el entorno de las fincas privadas, en su mayoría abandonadas. De hecho, la mayoría de las personas necesitarían ayuda para gestionarlas mejor, es decir, mantenerlas al menos libres de pinos y vegetación inflamable.

Casi la mitad declara requerir ayuda para cortar la madera quemada en sus fincas, dos de cada cinco personas precisan ayuda para proteger el suelo en sus fincas tras el incendio y un tercio afirma que necesita ayuda para cultivarlas.

Algo muy interesante e innovador es que la inmensa mayoría de las personas (80%) desea una gestión colectiva de sus fincas, bien por la Comunidad de Montes en Mano Común de la parroquia, bien de ésta junto con el Concello de O Bolo. Dos personas, si bien admiten esta opción, desean gestionar su producción por su cuenta en parte de ellas.

Plantación de olivos, con tutores y tubos de plástico protectores dos herbívoros, rodeada de pinar quemado en O Seixo

La comunidad considera apropiados ocho usos diferentes en el monte, todos son compatibles con la producción de alimentos, bien mediante sistemas agroforestales o agrosilvopastorales (cultivo de cereal, ‘soutos’, pastizal, matorral y olivar), o bien rodales y árboles dispersos de cuatro especies (alcornoque, encina, rebollo y carballo), susceptibles también de aprovechamiento de madera o leña. Las preferencias son muy variables, entre uno y ocho usos, siendo la media cuatro usos diferentes.

Una de cada tres personas quiere en el monte alcornoques o encinas, donde sea posible, y casi el 70% quiere castaños. Son deseos bien encaminados. Casi la mitad opta por el rebollo, aunque no es la óptima, pero es un árbol que en ciertos enclaves y en baja densidad, aislado en masas mixtas y con pastoreo sería compatible en un paisaje seguro.

No valoran el matorral, probablemente porque se asocia a un paisaje improductivo y fácilmente inflamable. El brezal es un tipo de vegetación abundante en laderas y espacios desarbolados del monte de varas, situado en cotas altas, y también en el agro abandonado, con jaras y otros arbustos mediterráneos de áreas secas.

Sin embargo, el matorral es un espacio de pastos arbustivos y herbáceos para las cabras excelente y un uso productivo que reduce el riesgo de incendio. De hecho, casi todas las personas valoran los pastizales en el monte, como espacios abiertos y aprovechados por el ganado –en el cual cabe incluir un matorral aprovechado mediante pastoreo–, y casi la mitad opta por pastizales en las fincas privadas del agro.

Entre el 20% y 30% valoran recuperar el cultivo de trigo o centeno en las fincas agrícolas o en el monte comunal. Otra opción posible en las ‘leiras’ es el cultivo de cebada, un grano de interés para la alimentación de las gallinas en invierno, y que antaño se cultivaba en amplias extensiones para alimentara a los mulos, la tracción animal de entonces según nos cuenta Feli, una vecina de 91 años que aún pasa largas temporadas en la aldea.

El olivo en el monte es una opción interesante e innovadora, aportada probablemente por una persona que posee una plantación que fue afectada por el incendio de agosto. Por las condiciones climáticas de la zona se dan de manera espléndida, tanto en porte como en producción de fruto.

Cerezo en flor en abril en O Seixo. A la izquierda, O Lombeiro

La comunidad considera apropiados 10 tipos de usos diferentes para la producción de alimentos en el espacio agrícola, mediante sistemas agrícolas o agroganaderos: viñedo, huerta, frutales de pepita, frutales de hueso, higueras, nogales, ‘soutos’, olivar, cultivo de cereal y pastizal. Las preferencias de los propietarios son muy variables, entre uno y 10 usos, siendo la media entre cinco y seis tipos de usos diferentes. Entre el 50% y 60% de los propietarios opta por recuperar o potenciar donde sea posible un paisaje con huerta, árboles frutales (como manzanos, peral, cerezo y ciruelo), viñedos, olivar, y ‘soutos’.

 

Ordenación del territorio

La idiosincrasia gallega tiene raíces en un pasado idealizado y difícil, con pobreza que causó la emigración forzada, sentimientos de desarraigo y resignación. Explica una prudencia individual a veces indistinguible de recelo ante lo innovador. Pero también se expresa en la importancia de la comunidad y la solidaridad en los núcleos rurales, en especial en los más pequeños. En éstos es muy importante el sentido de pertenencia y de comunidad, la red local de ayuda mutua y la solidaridad entre vecinos. Unido a una conexión muy profunda con la tierra y con la naturaleza, en realidad es una fortaleza para el futuro.

Clemente, de 85 años, en su huerta de O Seixo el 17 de outubro de 2025

Existe la oportunidad de una gestión activa colectiva. Tras el miedo y la angustia, el espíritu de colaboración y cooperación por el bien común se ha reforzado. Vecinas y vecinos están de acuerdo en erradicar los pinos y mantener desbrozado el espacio agrícola. También en eliminar los pinos del espacio de monte. Con los ingresos de la venta de madera quemada apuestan por reinvertir en la restauración del paisaje. Miguel Ángel García, alcalde de O Bolo apoya la prevención de incendios, facilitará la gestión con ordenanza municipal sobre las fajas de protección, y considera que tenemos necesidad de ayudas “para restaurar las zonas incendiadas, hay que dejar la política a un lado”.

El abandono agrario y los incendios extremos, la degradación del paisaje muestran un medio rural desordenado respecto a su gestión incoherente con su identidad y vocación tradicional. Por eso es necesaria una ordenación territorial, disciplina que organiza, planifica y gestionar el medio físico de un territorio. Busca lograr un desarrollo equilibrado, sostenible y coherente con las características ambientales, sociales, económicas y culturales del lugar.

Las Directrices de Ordenación Territorial (DOT) de Galicia establecen un modelo territorial y marcan los criterios para el desarrollo rural, la integración de usos agrarios, forestales y sociales en el medio rural, que se articulan mediante planes de zona (Cuadro 2). Definen la comarca de Valdeorras como un “espacio rural periférico”, con riesgo de despoblamiento y abandono.

La ordenación del territorio a nivel comarcal, o al menos una planificación ordenada de los tipos de vegetación y usos del suelo, sería una opción muy oportuna para la protección frente a incendios extremos del medio rural en Galicia.

Las actuaciones del Grupo de Desarrollo Rural de Valdeorras (GDR 7) se deben coordinar con las estrategias de desarrollo del territorio de Galicia. En el marco de la recuperación de las tierras agrarias, las prioridades del GDR 7 son luchar contra el abandono de las tierras, prevenir los incendios, la recuperación demográfica y mejorar la calidad de vida de la población.

El Plan de Actuación Integral (PAI) para Valdeorras que impulsa la Diputación Provincial de Ourense con fondos FEDER prevé actuaciones hasta 2029 y la cooperación supramunicipal. Entre otras, prevenir incendios, rehabilitar espacios naturales, fijar población y promover la sostenibilidad y la adaptación al cambio climático. Tras los incendios catastróficos, la prevención no debería ser solo una cuestión transversal, sino un eje central alrededor del cual, con un territorio más seguro, desplegar otras actuaciones. El PAI de Valdeorras con un enfoque innovador contribuiría a la prevención de incendios desde el ámbito comarcal.

O Seixo y el Concello de O Bolo forman parte de la estrategia ‘Núcleos interiores vinculados al patrimonio rural’ definida en las DOT. Tiene un elevado potencial para implantar “sistemas silvopastoriles y agroganaderos de gran extensificación”, compatibles o vinculados a sus valores ambientales que requiere una adecuada utilización de los “instrumentos de gestión de tierras, especialmente en los montes vecinales en mano común”.

También destaca la oportunidad demostrativa de un desarrollo compatible con la conservación de espacios naturales. Además, las Administraciones fomentarán medidas de promoción socioeconómica para generar empleo y fijar su población.

Las directrices directas aplicables a actuaciones a Valdeorras y en O Seixo en particular se describen en el Cuadro 3. Revertir el abandono, gestión colectiva de tierras, restaurar y prevenir incendios son actuaciones que deben pasar de palabras en un documento a actuaciones en el territorio.

Eliska y Antón, una pareja emprendedora nueva en el pueblo, contemplando el monte vecinal quemado de O Seixo el 17 de octubre de 2025

La gestión del territorio en común es una opción para el acceso a tierras y el relevo en el medio rural. Encaja con los ‘polígonos agroforestales’, que son ámbitos de actuación delimitados por la Xunta de Galicia donde se reorganizan parcelas rurales (agropecuarias, forestales o mixtas). Deben tener con un mínimo de decenas de hectáreas y, mediante un proyecto de ordenación y gestión conjunta, su finalidad es recuperar parcelas de uso agrario abandonadas mediante usos productivos, gestión agrupada y sostenible. Se preserva la propiedad y se cede la gestión,ontribuyendo a la prevención de incendios desde el ámbito local.

O Seixo merece una ordenación territorial parroquial. La comunidad puede recuperarse de las cenizas y reconstruir su futuro. Es necesario planificar de forma coordinada los usos y actividades sobre el espacio agrícola y el monte comunal, respetando la propiedad y los intereses individuales, pero también asegurando la compatibilidad entre el desarrollo económico, la protección del medio ambiente y la cohesión social. Tras el incendio extremo, se abre una oportunidad única para reconstruir un paisaje con futuro: más seguro, productivo y resiliente.

Dr. Javier Montalvo, Profesor de Ecología da Universidad de Vigo y Director de la Fundación Matrix, Investigación y Desarrollo Sostenible

Rocío Lozano, estudiante de Geografía, voluntaria de la Fundación Matrix

Elías Esmerodes, estudiante del Grado Ingeniería Forestal

Alba Rodríguez López, Ingeniera Forestal e estudiante del Máster de Ingeniería de Montes

Júlia Pons, estudiante de doble Grado de Ingeniería Forestal y Agrícola

Publicado: 24/10/25

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