30 Nov El bosque protege el clima
Claro y directo. El cambio climático producido por la acción humana se debe también al cambio en la superficie de bosques. Con menos bosques el clima empeora, es mayor el calentamiento global, y varía la distribución o cantidad de lluvias. Por el contrario, al aumentar los bosques el clima mejora. Los ecosistemas forestales mitigan el cambio climático, atenuando los efectos mencionados y sus consecuencias, que amenazan a gran parte de la humanidad.
El bosque ayuda a conservar el clima porque reduce a concentración de CO2 en la atmósfera, y su desaparición, la aumenta. Es vital también para regular el ciclo del agua o mantener la biodiversidad, tanto a nivel local como global. Preservar el clima significa mantener las características de los distintos ecosistemas naturales y usos humanos del territorio –como los cultivos agrícolas tradicionales–, resultantes de una adaptación tras cientos o miles de años. Más bosques es igual a menor escasez de agua en el sur de España y otros países de la cuenca del Mediterráneo; menos sequías y hambrunas en la región del Sahel de África; o menor intensidad de inundaciones o de efectos devastadores de huracanes en el sureste Asiático o Norteamérica.
¿Cómo protege el clima el bosque?
Aunque es sabido su efecto refrigerante o termorregulador a nivel local y regional, evaporando la mayor parte de la lluvia que recibe, es menos conocido su efecto global estabilizador del clima, que es indirecto. Este efecto deriva de dos funciones básicas: (1) almacenamiento de carbono en estado sólido como componente de materia orgánica, y (2) captura de carbono en estado gaseoso, el CO2 del aire, convertido en moléculas de materia orgánica mediante la fotosíntesis en las hojas, que pueden almacenarse durante largo tiempo. Los bosques, en definitiva, retiran carbono del aire y lo almacenan en estructuras de origen biológico, como la celulosa de la madera o el humus del suelo.
La cantidad de carbono que capturan y retienen los ecosistemas forestales depende de varios factores. Los bosques juveniles o en desarrollo, y las plantaciones forestales jóvenes, capturan mucho más que los bosques viejos o muy maduros con sus grandes y gruesos árboles. El clima local, la densidad de árboles y el tipo de especie son también factores importantes. En España se estima una captura de carbono neta de 1,4 toneladas en promedio por hectárea y año, equivalente a una fijación de 5,1 toneladas de CO2 (tCO2-e); puede ser de 1,2 tCO2-e en dehesas de encinas o superar las 7,3 tCO2-e en cultivos de eucalipto de Galicia. Esta captura contrarresta al menos el 15% de las emisiones anuales en España (alrededor de 65 millones de tCO2), una compensación que otras fuentes elevan hasta el 27%. En algunos áreas de bosque amazónico, la captura puede ser de 21,7 tCO2-e por hectárea y año. Los bosques del mundo en conjunto mitigan el cambio climático almacenando el 30% del total de las emisiones de CO2 derivadas del uso de combustibles fósiles y de la producción de cemento.
Un bosque maduro protege el clima aunque no remueva mucho CO2 del aire, ya que es un sistema eficaz de fijación de carbono en su biomasa (madera de tronco, ramas y raíces, y hojas) y en el suelo (mantillo y humus). Un bosque es un gran almacén de carbono. En bosques de España son comunes valores de alrededor de 100-200 tCO2-e por hectárea en la biomasa, y algunos bosques caducifolios almacenan más de 300 tCO2-e por hectárea sólo en el suelo. Estas altas cifras de carbono almacenado en biomasa y suelo superan en decenas o cientos de veces la tasa anual de captura de carbono. Algunos investigadores estiman que el carbono almacenado en la biomasa de los ecosistemas forestales españoles supera los 3.500 millones de tCO2-e.
Los bosques tropicales son un enorme sumidero natural de CO2, almacenan en su biomasa más de 900.000 millones de tCO2-e. En el bosque tropical ecuatorial, la cantidad de carbono almacenado en la biomasa puede ser 700-900 tCO2-e por hectárea. Algunos bosques tropicales andinos almacenan alrededor de 380 tCO2-e por hectárea, con cerca del 60% en el suelo.
El almacenamiento de carbono es posible en productos forestales fuera del monte, como la madera estructural que se usa en la construcción. Su efecto sumidero alcanza así algunas áreas urbanas.
La conversión de bosques en cultivos agrícolas, principalmente en el trópico, afectó a 130 millones de hectáreas en el periodo 2000-2010 en todo el mundo. La emisión neta anual resultante de la deforestación, regeneración y cambio de usos en los ecosistemas terrestres es 4.770 millones de tCO2-e, una fuente masiva de emisiones de CO2 y una causa relevante de cambio climático (12% del total mundial).
Para proteger el clima es muy conveniente la reforestación y la restauración de bosques degradados. La regeneración natural también ayuda. Recuperar la superficie boscosa protege el clima porque captura activamente y almacena carbono en espacios marginales o degradados, por incendios forestales reiterados o por usos agropecuarios inapropiados. Según la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza, más de 2.000 millones de hectáreas en el mundo ofrecen oportunidades para recuperar una superficie boscosa. Una valiosa alternativa para proteger el clima, la biodiversidad y generar recursos y servicios beneficios para la población.
Efecto sustitutivo
Hay una razón más para apreciar cómo los bosques protegen el clima: su efecto sustitutivo. Los bosques explotados sosteniblemente proveen madera que es una fuente de energía renovable alternativa a los combustibles fósiles. Un sistema de calefacción mediante calderas de este biocombustible evita el efecto negativo de incremento atmosférico de CO2 derivado del uso de calderas de gasóleo. La biomasa contiene carbono capturado y almacenado por los ecosistemas forestales recientemente –hace decenas o pocos cientos de años–, y su uso presenta un efecto neutro para el clima. La combustión de madera emite carbono procedente de CO2 retirado recientemente del aire y que en un tiempo breve se recicla (vuelve a la biomasa) por la propia captura del bosque.
La extracción de leña es compatible con la conservación del bosque si se hace de forma sostenible. La deforestación y degradación de bosques por uso extractivo insostenible en algunos países conlleva un efecto global perjudicial para el clima. En Senegal, por ejemplo, el 89% de la población en el medio rural usa, para cocinar, leña y carbón vegetal procedente del bosque y sabanas remanentes. Este problema de degradación de vastas superficies boscosas tiene solución, paradójicamente, en los ecosistemas forestales. Establecer plantaciones forestales adaptadas para la producción intensiva de leña puede contribuir eficazmente a la conservación y restauración de bosque y sabanas del trópico, así como sus servicios ecosistémicos de mitigación del cambio climático.
Dr. Javier Montalvo
Profesor de Ecología de la Universidad de Vigo y director de la Fundación Matrix
La Fundación Matrix contribuye a sensibilizar a la sociedad sobre la relación entre los bosques y el cambio climático. Desarrolla el Programa de conservación y gestión sostenible de bosques autóctonos: prioridades ecosistémicas estratégicas y ante el cambio climático, con apoyo del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España.
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