10 Oct Envejecimiento y mortalidad de la población humana de España: un enfoque ecológico ante el reto demográfico
PERSONAS MAYORES Y ENVEJECIMIENTO POBLACIONAL EN ESPAÑA
Envejecimiento y mortalidad de la población humana de España: un enfoque ecológico ante el reto demográfico
España presenta la población humana más envejecida que ha tenido nunca. Se ha duplicado en los últimos 40 años la proporción de personas mayores (65 años o más). Dentro de 15 años la población de mayores aumentará casi un 40%, alcanzando los 12,4 millones. Este impresionante cambio demográfico es un reto nacional que requiere políticas territoriales apropiadas. Sus raíces y consecuencias de tipo demográfico son muy poco conocidas por la sociedad. Con un enfoque ecológico y divulgativo, apoyado en cifras y gráficos significativos, los autores fundamentan y clarifican esta realidad, ilustrando la relación entre el envejecimiento demográfico y mortalidad de la población en general y específica de mayores.
Cualquier población humana desde un punto de vista demográfico no es muy diferente de cualquier población de otra especie biológica, y en particular de mamíferos. Tiene un tamaño definido por el número total de individuos que la componen. Se asocia a un lugar físico, está ligada a una localidad o espacio geográfico determinado. Se compone de un número variable de individuos de diferente sexo y edad que interaccionan entre sí.
Además, cualquier población, como sistema ecológico, posee atributos que no están presentes en los individuos que la componen, como la densidad poblacional (número de individuos por unidad de superficie), o aquellos que regulan su dinámica como la tasa de crecimiento poblacional. Esta tasa es una medida del cambio de tamaño poblacional en un periodo de tiempo y es un atributo sintético que, a su vez, depende del balance entre las incorporaciones o ‘entradas’ de individuos a la población (nacimientos) y las bajas o ‘salidas’ (defunciones) de individuos en su seno en un periodo de tiempo, las tasas de nacimientos (o natalidad) y mortalidad de la población, respectivamente. Además, el crecimiento de la población también depende del saldo migratorio, resultante de las ‘entradas’ por inmigración y las salidas’ por emigración, siempre que la población no se considere aislada.
Una descripción muy analítica de una población humana, mediante un conjunto de numerosas características demográficas, no es muy comprensible para muchos. Puede serlo para los demógrafos o determinados expertos, pero no para la población general o la mayoría de los responsables políticos, que no son expertos. Una descripción como la comentada puede sugerir que la población posee demasiados atributos estadísticos y que son independientes entre sí, algo que no siempre se corresponde con la realidad. Por el contrario, y sin caer en simplismos, mediante un enfoque ecológico más sintético y seleccionando algunas variables básicas, se pueden evitar algunas visiones reduccionistas y clarificar esta descripción poblacional. Un ejemplo: siendo el saldo migratorio y la tasa de natalidad constantes o poco variables en el tiempo, el devenir de una población depende esencialmente de su composición de edades y su tasa de mortalidad.
Los estudiantes de ecología de poblaciones conocen bien que en un periodo determinado, la capacidad intrínseca de una población de añadir individuos (frecuencia relativa de nacimientos) depende de la edad de los individuos que la componen. En la especie humana, esta capacidad depende de la fecundidad de las mujeres en edad fértil. La disminución de individuos de una población (frecuencia de defunciones) también depende de la edad de sus individuos. La estructura de edades de una población, o cómo se distribuyen los individuos en distintos grupos o clases de edad, es fundamental para comprender y anticipar el cambio de tamaño poblacional, especialmente si además, sabemos las tasas específicas de mortalidad y de descendientes de cada clase de edad.
Mortalidad individual y poblacional
Es necesario comprender mejor y abordar el reto demográfico en España, que se refiere a varios fenómenos concernientes a la población humana que incluyen desde el envejecimiento a la crisis de natalidad, pasando por la despoblación rural, que es como se denomina al declive del tamaño poblacional de muchos municipios. Ciertamente, el reto es grande pero puede parecer aún más difícil si asumimos que todo es demasiado complejo e imprevisible. A continuación, exploramos algunas diferencias conceptuales de interés. Por una parte, la diferencia –y asociación– entre envejecimiento individual y poblacional. Por otra, la distinción –y relación– entre mortalidad individual y poblacional. Además, mostramos la relación entre envejecimiento y mortalidad a nivel poblacional.
La extinción de la vida de un individuo, su muerte, es un suceso que no debe confundirse con la extinción de la población de la cual forma parte. Toda población es un sistema ecológico que tiende a persistir y trasciende a la duración de la vida de los individuos que lo componen. Mortalidad individual y poblacional son conceptos análogos, pero con acusadas diferencias de significado.
Una mayor longevidad individual retrasa la fecha del suceso inevitable y natural que es la muerte, y por ello la edad de un individuo se asocia a su riesgo de mortalidad. El envejecimiento individual aproxima a ese evento natural, aunque este riesgo se puede reducir al menos un tiempo. En los zoológicos, alargan el envejecimiento individual de las especies de mamíferos, mediante cuidados a los animales de edad avanzada, además de facilitar su seguridad alimentaria y que no sean víctimas de predadores. Así no es de extrañar que la probabilidad de morir de un individuo humano dependa de su edad. La Figura 1 muestra para la población humana española cómo varía la tasa específica de mortalidad. Esta es muy baja, inferior al 1‰, hasta los 40 años. Pero a partir de esa edad se produce un incremento de la mortalidad que se acelera progresivamente, siendo entre los hombres de 55-59 años del 6,3‰, de 65-69 años del 15‰, de 75-79 años del 37‰, de 85-89 años del 121‰ y de 95-99 años del 318‰. Las mujeres muestran la misma tendencia pero con una demora; entre los 40 y 84 años la tasa específica de mortalidad femenina es la mitad que la masculina y después de esa edad, las diferencias se atenúan progresivamente, invirtiéndose a partir de los 100 años.
Algo bien distinto, sin embargo, observamos desde una perspectiva poblacional, aunque la sociedad humana tiende a confundir a veces el envejecimiento individual con el propio de la población. Podríamos decir que las poblaciones también tienen edad (el promedio de la edad de sus individuos) y que a menudo se suele describir aún mejor por su composición o estructura de edades. Así, la población humana española, según su pirámide de edades, está envejecida, aunque el envejecimiento es muy variable a escala municipal. Por eso, una alta mortalidad no determina necesariamente la extinción de una población envejecida. Este riesgo solo es muy preocupante en poblaciones envejecidas cuando su tamaño es demasiado pequeño y carecen de expectativas de desarrollo que generen flujos de inmigración.
La tasa bruta de mortalidad de una población expresa el número de defunciones por cada mil individuos –de todas las edades–en un periodo de tiempo. Es un atributo demográfico muy relevante que puede condicionar el tamaño, la estructura de edades y el crecimiento poblacional. La estructura o distribución por grupos de edad de los individuos de una población, expresada gráficamente en una pirámide, refleja el impacto de las diferencias de mortalidad según la edad, entre otros factores. España presenta una de las tasas de mortalidad general más bajas de Europa. Es el resultado de la mejora en las condiciones socioeconómicas y la atención sanitaria. Sin embargo, es previsible su incremento en el futuro por el envejecimiento poblacional.
Además de la tasa de mortalidad específica de cada clase de edad, la pirámide de edades, o frecuencia relativa de individuos de cada clase de edad en una población, condiciona el valor de la tasa bruta de mortalidad. Sin embargo, la tasa bruta de mortalidad no tiene en cuenta la estructura de edades de la población. De hecho, la importancia del impacto de la estructura de edades es tanta que los demógrafos usan otros indicadores alternativos del nivel de mortalidad de la población que son independientes de dicha estructura y que, por tanto, reflejan las condiciones de salud de la población. Uno de ellos es aplicar algún método de estandarización de la mortalidad para evitar el impacto de la estructura de edades. Otro indicador es estimar la esperanza de vida al nacer, que considera la duración hipotética de la vida teniendo en cuenta las tasas específicas de mortalidad por edad registradas en el año de cálculo.
Mortalidad poblacional y envejecimiento
La realidad es que la mortalidad y el envejecimiento de cualquier población no son atributos independientes. Un mayor envejecimiento en una población determina que el riesgo de mortalidad específica por la edad genere una mayor tasa bruta de mortalidad. La Figura 2 ilustra esta relación considerando la variabilidad espacial de más de 3.000 poblaciones que existen en los municipios de España con 1.000 habitantes o más, que constituyen una realidad ecológica y territorial representativa del agregado estadístico nacional que denominamos población española. Existe una correlación positiva que también se observa para un periodo plurianual: por cada incremento de dos puntos porcentuales de la proporción de mayores, la tasa bruta de mortalidad aumenta en un 1‰, aproximadamente (Figura 2). Por tanto, el grado de envejecimiento poblacional es un factor estructural y demográfico determinante del aumento de la tasa bruta de mortalidad a nivel local.
Sin embargo, hay otros factores que afectan a la mortalidad. Dos poblaciones pueden tener una mortalidad similar pero diferente grado de envejecimiento poblacional, así como mortalidades distintas con un envejecimiento poblacional similar. De este modo, por ejemplo, la mortalidad general de una población humana puede ser baja si una población está dominada por jóvenes, aunque el riesgo de muerte de personas adultas y mayores sea moderado o alto, o si una población está envejecida y sus individuos son longevos por una baja mortalidad específica del grupo de más edad. Y lo contrario, la mortalidad general de una población puede ser alta en una población joven con una alta frecuencia de mortalidad infantil, y en una envejecida con una alta frecuencia de mortalidad de mayores.
Los mapas de mortalidad y envejecimiento poblacional de los municipios de España ayudan a visualizar la relación entre estas variables demográficas. Así, por ejemplo, las poblaciones con bajo envejecimiento (entre 10 y 15% de mayores), como Fuenlabrada (Comunidad de Madrid) y Lorca (Murcia), presentan valores bajos de mortalidad (4,3 y 7,4‰, respectivamente). Los municipios de Vimianzo (A Coruña) y Piloña (Asturias), con alrededor del 30% de mayores, presentan una mortalidad moderada (entre el 16 y el 20‰). La dispersión alrededor de la línea de tendencia que muestra la Figura 2 indica que otros factores distintos al envejecimiento poblacional determinan la mortalidad en algunos municipios. En otras palabras, probablemente existen diferencias en el riesgo de mortalidad específica de mayores independientes de su edad. Así, los puntos por encima de la línea de tendencia indican una sobremortalidad asociada a un mismo grado de envejecimiento poblacional en algunos casos, como Vilamartín de Valdeorras (Ourense) y Santibáñez de Vidriales (Zamora), con 34-37% de mayores, y una mortalidad general alta (entre el 31 y el 38‰). Por el contrario, otros municipios muestran una menor mortalidad en relación a su grado de envejecimiento poblacional, como Muros (A Coruña) y Rojales (Alicante), con un envejecimiento alrededor del 30 y 40%, y una mortalidad general relativamente baja (12,6 y 7,8‰), respectivamente.
Muy interesante es contextualizar con lo que sucede en Europa con indicadores a escala nacional, aunque no reflejen la variabilidad territorial interna. La Figura 3 muestra a escala internacional la relación entre tasa bruta de mortalidad y envejecimiento poblacional en 37 países. Al aumentar la proporción de personas mayores, se incrementa la tasa de mortalidad (esta tendencia explica solo un tercio de la variabilidad en la frecuencia anual de defunciones). El resto se debe a la divergencia histórica reciente entre los países del este y de la antigua URSS –la mayoría bastante por encima de la línea de tendencia–, que manifiestan una sobremortalidad frente a la mayoría de los países de la Europa de los 28, entre los que se encuentra España, debido a una mayor mortalidad, en especial por enfermedades cardiovasculares y muertes violentas. El mayor envejecimiento poblacional en algunos países del este y de la antigua URSS resulta en parte de un saldo migratorio negativo.
La Figura 3 muestra que, entre los países menos envejecidos, Irlanda presenta una de las tasas de mortalidad más bajas (6,5‰), para una población con un 13,5% de personas mayores, mientras que Eslovaquia con un porcentaje similar, presenta una tasa superior (9,9‰). Entre los países envejecidos, Alemania cuenta con un 20,7% de personas mayores y presenta una tasa muy inferior (11,3‰) a Bulgaria, un país que con una proporción de mayores similar (21,2%) pero con una tasa de mortalidad más alta (15,5‰). España, con un 19% de mayores y una tasa bruta de mortalidad del 9‰ (dato provisional), se encuentra en este grupo de países envejecidos y mortalidad relativamente baja. Italia también, ya que, aunque tiene el récord de envejecimiento europeo (un 22,3% de mayores), presenta una mortalidad del 10,7‰.
Mortalidad específica y aumento de la población de mayores
Necesitamos integrar conceptos. Todo envejecimiento poblacional determina un aumento de individuos de más edad, pero no necesariamente de su número absoluto. La estructura de edades, los cambios en las tasas específicas de mortalidad, y las migraciones, a igualdad de otros factores, configuran escenarios demográficos con incertidumbres, pero también con cambios demográficos previsibles. Veamos el caso de la población humana española.
Por una parte, como se ha comentado, las tasas de mortalidad se incrementan con la edad (Figura 1). El 86% de todas las defunciones en España en 2017 corresponde a personas mayores. La tasa específica de mortalidad de este colectivo envejecido es del 40,5‰ (4,6 veces más alta que la mortalidad general). Para el grupo de 80 y más años, la mortalidad es del 91‰. Si se desagrega esta mortalidad por sexos, se observa que mientras que la mortalidad general masculina es un 7% superior a la femenina, entre las personas mayores la sobremortalidad masculina es alrededor de un 25% mayor.
Por otra parte, existe una tendencia temporal de envejecimiento de la población española. España presenta la población más envejecida que ha tenido nunca, duplicándose en los últimos 40 años la proporción de personas mayores (Figura 4). Esta tendencia temporal de envejecimiento poblacional ha sido continua, excepto una leve disminución entre 2002 y 2010 y paralela en los dos sexos. La proporción de mujeres mayores es alrededor de un 25% superior a la de hombres mayores. En cuanto a la tasa de mortalidad masculina y femenina, esta ha experimentado fluctuaciones en este periodo pero siempre dentro del rango del 7 al 10‰ y siendo superior la masculina (aunque desde el 2012 se ha estrechado la diferencia entre sexos).
Aunque existe cierto paralelismo entre la variación de la tasa de mortalidad y la proporción de mayores, sobre todo entre 1982 y 2005, a esta variación subyacen probablemente varios factores demográficos. Uno de estos factores es la tendencia progresiva de disminución de la tasa específica de mortalidad de mayores desde 1975. La Figura 5 muestra la tendencia de variación hasta 2016 de esta tasa para dos edades, 65 y 80 años, que muestra una disminución en alrededor de un 30% y un 40%, respectivamente. La disminución de la mortalidad de mayores es determinante de su incremento relativo en la población, así como de una limitación en el crecimiento de la mortalidad general, aunque este crecimiento será una realidad en un futuro, como anticipa la tendencia de aumento de la mortalidad desde el 2010, fecha en que la proporción de mujeres mayores alcanzó el 14% y la de hombres mayores el 20%, y cuyo crecimiento no ha cesado hasta la actualidad).
Asimismo, dicha figura muestra una tendencia temporal de envejecimiento poblacional que se mantendrá en el futuro. De hecho, el INE proyecta un crecimiento de la mortalidad en los próximos 15 años, alcanzándose en 2033 una tasa bruta de mortalidad de alrededor del 9,6‰ y una proporción de mayores del 25,2%. Es decir, una de cada cuatro personas en España tendrá 65 años o más en 2033. No solo crecerá la proporción de mayores sino también su número absoluto, ya que el cambio demográfico proyectado de 2018 a 2033 estima un aumento del 5% del tamaño de la población española (de 46,7 a 49 millones). En este mismo periodo la población de mayores aumentará casi un 40%, pasando de 9,9 a 12,4 millones, y la de personas de 80 años o más crecerá un 30%, desde 2,3 hasta 3,8 millones. Estas proyecciones se basan en hipótesis de un incremento del número de hijos por mujer, de la esperanza de vida, y de la existencia de un saldo migratorio positivo durante el periodo proyectado. Previsiblemente, además, modificarán la heterogeneidad territorial actual del grado de envejecimiento y mortalidad existente a escala municipal en España.
Una estrategia nacional ante el cambio demográfico debe conocer y anticipar el envejecimiento poblacional y sus consecuencias sobre la estructura y dinámica de la población a diferentes escalas territoriales, con implicación de los tres niveles de Administración territorial (Ayuntamientos y Diputaciones provinciales, Comunidades Autónomas y Gobierno nacional). Sin embargo, este cambio nos incumbe a todos por lo que resulta crucial dar a conocer el estado actual y el escenario que se nos presenta. En este sentido, la Fundación Matrix contribuye a la generación y difusión de conocimientos rigurosos y relevantes para sensibilizar a la sociedad.
Dr. Javier Montalvo, Profesor de la Universidad de Vigo y Director de la Fundación Matrix
Mtr. Pablo Montoya y Dr. Enrique Ruiz, Investigadores de la Fundación Matrix
Artículo divulgativo de resultados de investigación del Proyecto DEMOS y del Programa MAYORSIG, cofinanciados por el MITECO y el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, respectivamente, realizados por la Fundación Matrix con la colaboración de la Universidad de Vigo.
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