12 Jul Riesgo de la población por aumento de las olas de calor en España

CAMBIO CLIMÁTICO

Riesgo de la población por aumento de las olas de calor en España

 

Cada vez son más frecuentes las olas de calor en España. Es una de las facetas más peligrosas del cambio climático global. Cada año causan la muerte de más de mil personas mayores y amenazan la salud de otras muchas más. La Fundación Matrix ofrece una contribución vital para la adaptación al cambio climático y la protección de la salud pública frente al calor extremo, fruto de los proyectos de investigación CLIMVAC y MAYORSIG, realizados con la colaboración de la Universidad de Vigo. En 2021 y por primera vez se representa en mapas dónde aumenta la frecuencia de periodos con temperaturas máximas extraordinarias y cómo varía el riesgo de la población en los municipios de España. Gracias al visor cartográfico, cualquiera puede conocer el riesgo por calor desmesurado y su variación geográfica con un solo clic.

 

Polideportivos con aire acondicionado convertidos en refugios para dormir, escuelas cerradas, grandes incendios forestales afectando a vías de comunicación, sanitarios atendiendo personas sin hogar desmayadas en la calle, voluntarios repartiendo botellas de agua fría, campañas de vacunación de COVID-19 suspendidas, líneas telefónicas de policía saturadas por llamadas de emergencia y personas mayores muriendo súbitamente por temperaturas máximas extremas, son algunas de las imágenes de los impactos de la reciente ola de calor en Norteamérica.

Durante la última semana de junio y la primera de julio de 2021, millones de personas en el oeste de Canadá y el noroeste de los Estados Unidos sufrieron una insólita situación de alerta meteorológica por calor. Ciertos lugares del oeste de Canadá, en Columbia Británica, alcanzaron el valor récord absoluto de 49,6ºC, como Lytton, localidad situada en una latitud similar a la de Bruselas, superando en más de 20ºC las temperaturas máximas habituales. Cientos de muertes relacionadas con este calor sofocante (muertes por hipertermia) se confirmaron en Oregón, Washington y Columbia Británica. Solo esta provincia canadiense registró alrededor de 500 muertes inesperadas en cinco días, un aumento de casi el 200% respecto a las defunciones habituales en este periodo.

En España las olas de calor no son un fenómeno raro, pero ¿están aumentando por el cambio climático? ¿dónde? Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, afirma que “los récords absolutos, es decir, los valores más altos o más bajos jamás registrados, exigen prudencia a la hora de atribuirlos al cambio climático”. Estos valores extremos de la temperatura del aire son poco frecuentes, pero conviene conocer dónde son más probables y si aumenta su frecuencia e intensidad por el cambio climático.

 

Qué es una ola de calor

España, por su situación latitudinal, su proximidad al continente africano, y el dominio del anticiclón subtropical de las Azores durante el periodo estival, se ve afectada con frecuencia por la masa de aire tropical continental (cálida y seca). Ciertas configuraciones atmosféricas, como la presencia de una dorsal que se prolonga desde el norte del continente africano, favorecen la invasión de masas de este continente. Generalmente son causantes de altas temperaturas en nuestro país y si se dilatan en el tiempo pueden generar episodios de calor extremo.

Una ola de calor es un episodio con una temperatura anormalmente alta que se mantiene varios días. Sin embargo, no es un concepto científico invariable. No se aplica por igual en todas partes.

Para estudiar la frecuencia de olas de calor, seleccionamos un conjunto de 85 estaciones de referencia de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) con las series temporales de datos más largas posibles, que incluye la red principal, y cuya distribución geográfica es homogénea. Siguiendo el sistema de alertas meteorológicas de la AEMET, identificamos una ola de calor como un episodio de al menos tres días consecutivos en el que el 10% de las estaciones meteorológicas consideradas, como mínimo, registra una temperatura máxima por encima del percentil 95 de la serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto de un periodo de referencia correspondiente a una normal climática, en nuestro caso 1971-2000.

 

Umbrales de temperatura máxima extrema

En climatología, una evaluación estadística de las temperaturas máximas extremas es fundamental para estudiar la frecuencia de olas de calor. Mientras que la mediana es una medida del valor central de la distribución de frecuencias de temperatura máxima, el percentil 95 es una medida que define un valor umbral de temperatura máxima extrema o excepcional. Significa que el 95% de las observaciones de temperatura máxima son inferiores a este valor. Cuando se supera este umbral reconocemos una situación de calor desmesurado fuera de lo habitual.

La modelización espacial del percentil 95 de la temperatura máxima diaria de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000, con una resolución de 100 m, y un análisis espacial de su valor promedio en más de 8.000 municipios de España, permiten identificar la temperatura umbral de ola de calor que aparece en el mapa del visor cartográfico adjunto. Este umbral de extremos térmicos presenta diferencias geográficas según el clima. En áreas de clima fresco el umbral de ola de calor está por debajo de 30ºC, mientras que en otras de clima más cálido el umbral comienza a partir de 40ºC. Por eso la temperatura umbral de ola de calor es relevante en los estudios epidemiológicos sobre su influencia en la salud, pues identifica las anomalías térmicas a las que una población no está acostumbrada.

Existe un marcado contraste geográfico en los extremos térmicos en el territorio nacional. En las áreas montañosas y el norte peninsular, el percentil 95 marca valores extremos relativamente suaves, entre 27,5ºC y 30ºC. Las áreas de la Submeseta Norte, sur de Galicia y el levante peninsular presentan un umbral de temperaturas máximas extremas entre las isotermas de 30ºC y 37,5ºC.

INTERACTIVO – Visor cartográfico: visualizar el mapa pulsando el botón de pantalla completa

 

La mitad sur peninsular y el valle del Ebro presentan los valores más elevados, entre 37,5ºC y 42,5ºC. Son estas zonas las más expuestas a las advecciones cálidas del sur que, generalmente, encuentran su frontera en el Sistema Central y alcanzan el norte del país con menor frecuencia. El interior de las grandes cuencas de la Submeseta Sur, Tajo y Guadiana, y, especialmente la Depresión del Guadalquivir, muestran los extremos térmicos más altos. Un total de 425 municipios, casi todos de la mitad sur peninsular (el 5% del total), presentan una temperatura umbral de ola de calor de 40ºC o más. Los municipios sevillanos de Lora del Río y Écija, la propia capital Sevilla, Córdoba o Jaén, son ejemplos donde las temperaturas máximas extremas alcanzan o superan los 41ºC.

Las Islas Canarias presentan valores intermedios, entre 32,5ºC y 37,5ºC, siendo los valores más elevados en las islas más orientales, por su proximidad al continente africano.

Plaza de España en el municipio de Sevilla, cuyo umbral de ola de calor es 41ºC y la frecuencia de olas de calor aumentó más del 10% en la últimas décadas, siendo su riesgo poblacional extremo.

 

 

Dónde aumentan las olas de calor

La frecuencia anual de olas de calor en España, como fenómeno poco común, es baja, se han registrado un promedio de 1 a 3,5 episodios al año. En el periodo 1961-1989, la menor frecuencia aparece en el área cantábrica y zonas próximas al levante peninsular, con un promedio de 1,5 a 2 olas de calor al año.

En estas zonas, por efecto de una marcada influencia marítima, es menos frecuente superar el umbral de ola de calor durante tres días consecutivos. El mar, confiere una enorme capacidad termorreguladora del clima a nivel local. El régimen de brisas dominante en las costas dificulta la escalada de las temperaturas máximas hasta valores extremos, y especialmente que perduren durante días consecutivos.

En el interior peninsular, la capacidad termorreguladora del mar pierde influencia, y los episodios calurosos adquieren una mayor frecuencia, 2,5 eventos al año, que es la propia del interior y suroeste peninsular, en el interior de las cuencas del Tajo y Guadalquivir.

En el periodo 1991-2019 se ha observado un notable aumento de la frecuencia anual de olas de calor. Un valor promedio de 2,5 olas al año protagoniza la mayor parte del territorio peninsular, con algunas excepciones en el extremo norte y áreas del levante. En este periodo, las áreas de las Submesetas Norte y Sur alcanzan un promedio de hasta 3 episodios al año convirtiéndose, junto al archipiélago canario, en las zonas con mayor frecuencia anual de estos episodios sofocantes.

El promedio espacial nacional de este incremento entre los periodos es un 7,3%. Este incremento de frecuencias afecta a todo el territorio nacional y presenta unos contrastes importantes entre áreas geográficas (ver mapa del visor). A pesar de la baja frecuencia de este fenómeno extremo meteorológico, no debe ignorarse. Es causa de riesgos para la salud pública muy relevantes.

Las áreas menos afectadas por el aumento de olas de calor son los sistemas montañosos principales, donde prácticamente no existe variación de su frecuencia. El aumento es muy discreto, entre un 1% y un 5%, en la mayor parte de la Submeseta Norte, que representa algo más del 20% del territorio peninsular.

Sin embargo, este incremento es más notable hacia el sur y especialmente hacia el levante. Así, el resto del centro peninsular y toda la mitad norte (a excepción del Cantábrico oriental y la costa levantina) muestran incrementos entre un 5% y un 10%, un área que representa alrededor del 60% del territorio peninsular.

En el municipio de Palafrugell (Girona) aumentó la frecuencia de olas de calor un 15,4% en las últimas décadas, y el riesgo poblacional por estos episodios es extremo.

El área mediterránea se confirma como la zona más afectada por este incremento en la  frecuencia de olas de calor. Toda la costa mediterránea y Baleares, así como la Depresión del Guadalquivir, Cantábrico oriental y las Islas Canarias occidentales manifiestan incrementos de un 10% a un 15%. Estas áreas representan alrededor de la quinta parte del territorio nacional. Jerez de la Frontera, Chipiona, Huelva, Barcelona, Bilbao, Cartagena, Cádiz, Almería y Benidorm, son ejemplos de municipios del sur de Andalucía, País Vasco, Cataluña, Comunidad Valenciana y Murcia con un alto aumento de la frecuencia de olas de calor. Este cambio incluye algunas áreas andaluzas con una alta temperatura umbral de ola de calor.

Los incrementos máximos, de más de un 15%, se dan en zonas concretas del ámbito mediterráneo, como el litoral nordeste catalán, áreas restringidas del Golfo de Valencia y la costa malagueña, representando en torno al 1% del territorio nacional. Figueres, Cadaqués, Malgrat de Mar, Palamós o Fuengirola son ejemplos de municipios de las provincias de Girona, Barcelona y Málaga con el mayor aumento relativo de las olas de calor. Estas áreas, por el contrario, presentan un umbral de ola de calor más bajo (por debajo de 36ºC).

En resumen, por primera vez se cuantifica y representa la peligrosidad del aumento de la frecuencia de olas de calor con alta resolución espacial en todo el territorio nacional. Asistimos a un aumento de la presencia de días consecutivos con temperaturas máximas extremas generalizado en el conjunto del país, una consecuencia más del cambio climático que se se suma al conocido incremento de la temperatura media anual en España. El mayor cambio observado es en el levante peninsular y Baleares, confirmando que es un área muy susceptible al aumento de estos fenómenos adversos. Cabe destacar, además, el alto grado de vulnerabilidad de esta región. Por un lado, vulnerabilidad territorial, por la existencia de una marcada dependencia económica del sector turístico, amenazado por la pérdida del tradicional confort térmico reinante en las costas levantinas. Por otro, vulnerabilidad social, por constituir el área más densamente poblada del país.

La peligrosidad por calor excesivo se ha expresado en tres clases según la magnitud del aumento relativo de la frecuencia de olas de calor (ver mapa del visor).

En el municipio de Carballeda de Valdeorras (Ourense) aumentó la frecuencia de olas de calor un 3% en las últimas décadas, y el riesgo poblacional por estos episodios es muy bajo.

 

Vulnerabilidad poblacional por olas de calor

Las personas generalmente necesitan un proceso de aclimatación fisiológica o manifestar capacidades de tolerancia reactiva para sobrellevar las condiciones ambientales de temperaturas altas extremas que no son habituales. Sin embargo, la termorregulación no es inmediata y a veces no es posible evitarlas ni refugiarse en ambientes frescos. Es necesario prevenir el riesgo de estrés térmico y sufrimiento por olas de calor que pueden causar patologías o incluso la muerte en las personas más frágiles.

Las olas de calor más comunes en España duran menos de cinco días, pero a veces su duración y efectos asociados se extienden. En 2017 se registraron dos episodios de más de cinco días y en 2019 uno de más de 10 días. Las temperaturas altas extremas duraderas son muy nocivas para la salud de las personas más vulnerables. Pueden causar sofoco, hinchazón en las piernas, sarpullidos en la piel de cara y cuello, mareo, fatiga, debilidad, sed intensa, sudoración excesiva, dolor de cabeza, insomnio o estrés, entre otros efectos directos y sensaciones de malestar. Pueden agravar enfermedades crónicas, sobre todo circulatorias y respiratorias. Si dan lugar a un golpe de calor, el impacto es más grave, ya que conlleva una temperatura corporal extremadamente alta, deterioro del nivel de conciencia e incluso puede causar la muerte por un fallo multiorgánico. Un estudio del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) en capitales de provincia de España estima que la mortalidad aumenta un 10% por cada incremento de 1ºC de la temperatura máxima diaria sobre la temperatura umbral.

Las olas de calor aumentan la mortalidad por causas cardiovasculares y respiratorias. La ola de calor de agosto de 2003 causó más de 70.000 muertes prematuras en Europa, unas 6.500 muertes en España.

Durante las olas de calor se producen las llamadas noches tropicales, en las cuales la temperatura nocturna supera los 20ºC. Conciliar el sueño es difícil y la salud se resiente. La Fundación Matrix ha mostrado a escala detallada el aumento de la frecuencia de noches tropicales en prácticamente en todo el territorio nacional. Un estudio en ciudades de Valencia y Alicante estima que las noches tropicales se han triplicado en las últimas décadas, y la intensidad del calor nocturno se vincula a un aumento de la mortalidad por causa respiratoria o cardiovascular, un efecto independiente de la temperatura diurna.

¿Dispone España de planes para la adaptación al aumento de este riesgo de la población derivado del cambio climático? No, pues la planificación requiere criterios y herramientas específicas. Una evaluación espacial de los riesgos de la población por el aumento de olas de calor requiere identificar las diferencias geográficas de vulnerabilidad. Un aumento de la frecuencia de olas de calor es más relevante donde hay más población susceptible, donde ésta es más frágil, o donde concurren ambas circunstancias. Por eso, realizamos un análisis espacial pionero de la vulnerabilidad poblacional que complementa el conocimiento de la peligrosidad por olas de calor.

Las personas mayores (65 años y más) constituyen un grupo de población muy sensible a las temperaturas altas extremas. Son más vulnerables a las olas de calor por numerosos factores, como los cambios fisiológicos que ocurren con el envejecimiento, la prevalencia de enfermedades crónicas y degenerativas, la polimedicación, la frecuente dependencia o vida sedentaria, o la carencia de aire acondicionado en sus viviendas; todos ellos afectan a la regulación de la temperatura corporal. Algunos fármacos incluso pueden agravar los efectos de las olas de calor y acelerar la deshidratación, como los diuréticos y los antidepresivos. La prevalencia de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, renales, diabetes, problemas de salud mental y el sobrepeso son algunos de los factores de riesgo adicionales.

Aproximadamente una de cada cinco personas españolas tiene 65 años o más. La población de personas mayores en España se duplica cada 45 años. Su crecimiento es exponencial y especialmente más intenso en la población de mayores de edad avanzada (80 años y más). El riesgo de mortalidad por ola de calor aumenta con la edad entre las personas mayores. Un estudio del ISCIII estimó un total de 1.875 defunciones atribuibles a calor excesivo durante el verano de 2020 en España, periodo en que la AEMET identificó dos olas de calor, siendo el 95% personas mayores. La población de mayores en España alcanzará los 10,7 millones en 2030. Por eso conocer la distribución de este segmento poblacional es clave para prevenir los efectos de las olas de calor sobre la salud humana.

La distribución de la población de mayores en los municipios de España es muy heterogénea. Una primera aproximación para determinar la vulnerabilidad poblacional es usar el tamaño de esta población (número de personas mayores por municipio). El grado de exposición de la salud humana a los efectos de las olas de calor depende de los atributos de la propia población: a más personas mayores, mayor vulnerabilidad poblacional. Se han definido seis clases de vulnerabilidad de municipios, desde muy baja vulnerabilidad, con una población pequeña y de tipo rural, hasta muy alta vulnerabilidad, con una población muy numerosa y de tipo urbano. Este criterio asume que la población residente en ciudades es intrínsecamente más vulnerable a las olas de calor por la influencia adicional del efecto isla de calor urbana.

El insomnio es uno de los trastornos que pueden ocurrir en las noches tórridas de las olas de calor.

Como se aprecia en el mapa del visor, la mayoría de los municipios de España muestran una vulnerabilidad poblacional baja y muy baja (89%). Sólo 197 municipios (2,5%) muestran una vulnerabilidad poblacional alta o muy alta.

Existe una división entre la España rural y la urbana. Podemos apreciar que la mayor vulnerabilidad se asocia a zonas urbanas y la menor a zonas rurales, algo a tener en cuenta para desarrollar planes de adaptación al cambio climático.


 

Riesgo poblacional por olas de calor

El riesgo climático por olas de calor expresa la probabilidad de efectos negativos sobre la salud humana. Depende del aumento de la frecuencia de olas de calor y de la vulnerabilidad poblacional. A mayor frecuencia de olas de calor y mayor vulnerabilidad poblacional, el riesgo para la salud es más alto.

Con este criterio, definimos diferentes categorías de riesgo. En riesgo extremo se consideran aquellos municipios en los que la frecuencia de olas de calor experimenta un incremento entre un 5% y 10% y presentan vulnerabilidad como mínimo media-alta. En el extremo opuesto, en riesgo muy bajo, aquellos municipios con vulnerabilidad muy baja e incrementos menores al 5% en la frecuencia de olas de calor. La transición entre ambos pasa por riesgo bajo, moderado, alto y alto-extremo con valores intermedios de vulnerabilidad y de incrementos de frecuencia de olas de calor. Este criterio de clasificación de riesgos es conservador, ya que da más importancia a la vulnerabilidad dependiente del tamaño de la población de mayores a proteger que a la peligrosidad por calor excesivo.

Existe un marcado contraste geográfico en el riesgo poblacional por olas de calor (ver mapa del visor y Figura 1). El número de municipios con un riesgo por olas de calor bajo y muy bajo es 5.645 (69% del total); los municipios con este riesgo se distribuyen por la Submeseta Norte, suroeste de Galicia y Pirineos centrales. Por ejemplo, los municipios de Rueda, Chandrexa de Queixa o Vielha e Mijaran presentan un riesgo por calor excesivo prácticamente nulo.

El número de municipios con un riesgo por olas de calor alto-extremo y extremo es 631 (8% del total). Madrid, Barcelona, Alicante, Zaragoza, Vigo, Teruel, Palma de Mallorca o Las Palmas de Gran Canaria son ejemplos de municipios con un riesgo extremo. Se concentran fundamentalmente en áreas del litoral mediterráneo, Baleares, Canarias (islas occidentales), Comunidad de Madrid e incluye los municipios más populosos de la mitad septentrional peninsular. Entre los municipios con un riesgo alto-extremo pueden citarse Cuenca, Ciudad Rodrigo, Chipiona y Monforte de Lemos.

¿Cuántas personas mayores se exponen a un riesgo máximo por de olas de calor en España? En 2020, considerando los resultados y criterios mencionados, 5,9 millones de personas mayores presentan un riesgo extremo, y alrededor de 900.000 personas mayores un riesgo alto-extremo (Figura 1); en total 6,8 millones de personas mayores, el 73% del total de la población de mayores, presenta un riesgo alto-extremo o extremo. El número de mujeres mayores en las dos categorías de riesgo máximo es superior que el de hombres mayores (unos 3,9 millones, el 58% de la población de personas mayores con riesgo máximo).

Figura 1. Distribución de los municipios y la población de mayores en las clases de riesgo por olas de calor en España. Fuente: elaboración propia desde datos de AEMET e INE (2021).

En resumen, necesitan protección tres de cada cuatro personas mayores y se distribuyen en una fracción pequeña de municipios (8%), que son los que deberían concentrar los esfuerzos de adaptación a las olas de calor.

El riesgo por olas de calor en el futuro será aún mayor. Los modelos de simulación recientes proyectan en España un incremento de las olas de calor en diferentes escenarios de cambio climático. Por ejemplo, en Aragón un estudio estima que, respecto al periodo 1971-2000, crecerá la intensidad y duración media de las olas de calor; a finales del siglo XXI podría aumentar 2ºC, alcanzando una temperatura media de 38,8ºC, y 7 días, alcanzando una duración promedio de 12 días, respectivamente.

Benidorm (Alicante) municipio de clima cálido con un riesgo poblacional extremo por olas de calor, cuya frecuencia aumentó un 11,9% en las últimas décadas.

 

Adaptación y riesgos por calor extraordinario

La nueva Estrategia de adaptación al cambio climático de la Unión Europea (2021) promueve una adaptación más inteligente ­–mejorando el conocimiento sobre los riesgos del cambio climático–, más sistémica y más rápida en todos los ámbitos.

La reciente Ley 7/2021, de Cambio Climático y Transición Energética y el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030 (PNACC 2021-2030) impulsan las políticas de adaptación y subrayan la necesidad de disponer de informes de riesgos.

El PNACC 2021-2030 expone entre los cambios climáticos observados en España el incremento de la temperatura media, veranos más largos, más noches tórridas y olas de calor más largas. Destaca también entre los cambios climáticos proyectados en España el aumento de las temperaturas máximas, del número de días cálidos y de la duración de las olas de calor.

El PNACC 2021-2030 promueve el seguimiento del estado del clima y análisis de riesgos, identificar las diferencias territoriales y sociodemográficas de riesgos del cambio climático, y su aplicación para definir medidas de adaptación. Alerta sobre el aumento de los riesgos sobre la salud humana y establece, entre otros objetivos específicos, facilitar la transferencia del conocimiento de los riesgos a la sociedad y promover la participación de las Administraciones y todos los agentes y sectores interesados.

Julio Díaz Jiménez, jefe del área del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad del ISCIII, estima que el calor desmesurado causa un promedio de 1.300 muertes al año en España, en parte por las olas de calor. Considera que hay que redoblar los esfuerzos de adaptación a las temperaturas altas extremas vinculadas al cambio climático. Es coautor de una investigación que evidencia diferencias geográficas de mortalidad por calor a nivel provincial.

La Oficina Española de Cambio Climático (OECC) apoya el proyecto CLIMVAC. En su reciente informe ‘Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España’ reconoce que el conocimiento científico es básico para orientar adecuadamente las políticas públicas. Este informe destaca la relevancia del impacto de las olas de calor sobre la salud pública, y la importancia de estudios que integren el “contexto climático, geográfico y socio-demográfico local”.

Todos los estudios conocidos en España sobre altas temperaturas y efectos sobre la salud pública se refieren a realidades observadas a escala local (ciudades) o provincial, y a proyecciones de modelos de simulación de resolución espacial moderada y a ámbitos territoriales con una extensión relativamente pequeña. El enfoque aplicado y la dimensión territorial de los resultados obtenidos por los proyectos de investigación científica CLIMVAC y MAYORSIG sobre el cambio de la frecuencia de olas de calor carece de precedentes en España. Por primera vez se representa en un mapa de todo el territorio nacional y a una escala detallada el cambio en la peligrosidad de las olas de calor y la vulnerabilidad de la población. Por primera vez se valora y localiza geográficamente el riesgo por olas de calor. Por primera vez se estima este riesgo para cada municipio de España.

Los planes de prevención de riesgos por olas de calor son fundamentales, pero su enfoque es sanitario y coyuntural, y carecen de información espacial apropiada.

La adaptación al cambio climático esencialmente es una forma de gestión de riesgos. La adaptación es imprescindible y urgente. Las medidas de adaptación reducen la vulnerabilidad por el aumento de la frecuencia de olas de calor. Su finalidad es prevenir o reducir los riesgos de efectos negativos sobre la salud pública de forma estructural, no es atender circunstancias que se presentan en un momento determinado.

La adaptación es anticiparnos para prevenir o reducir los riesgos del cambio climático o resistir los efectos negativos esperables del cambio climático, para aumentar la resiliencia. Evaluar la vulnerabilidad por olas de calor es esencial para identificar, valorar, prevenir y reducir este riesgo climático donde ocurra. Todo plan de adaptación a escenarios con olas de calor más frecuentes, intensas y duraderas debe fundamentarse, precisamente, en un conocimiento espacialmente explícito de la vulnerabilidad, además de en su peligrosidad.

Todo análisis de riesgo es susceptible de mejoras. La peligrosidad de las olas de calor podría matizarse considerando la humedad relativa y la velocidad del viento, o sus interacciones con la contaminación atmosférica difusa local. La estimación de la vulnerabilidad poblacional puede afinarse considerando otros grupos sociales frágiles.

Así, por ejemplo, son más susceptibles la población infantil, las mujeres embarazadas, las personas que trabajan al aire libre cuando hace calor, o la población en situación de exclusión o pobreza. Las mujeres tienen un riesgo de hospitalización por olas de calor ligeramente superior a los hombres en el municipio de Madrid. También puede optimizarse la identificación de la vulnerabilidad a nivel local considerando la antigüedad y tipología de edificios o la superficie de áreas verdes.

Una adaptación proactiva requiere identificar, localizar y prevenir los riesgos asociados a las olas de calor y adoptar diferentes acciones en el presente para informar y proteger a la población. También para saber dónde urge planificar más áreas verdes, más refugios o más instalaciones de aire acondicionado en las viviendas.

También resultaría interesante contemplar opciones de redistribución de la población, y quizá aprovechar para repoblar las zonas rurales con menor riesgo por olas de calor. De esta forma, al mismo tiempo nos anticipamos y adaptamos a la necesidad de migración de la población litoral por el aumento del nivel del mar, un riesgo que afecta a 3,6 millones de personas en España.

Francisco Díaz Pineda, catedrático de Ecología de la Universidad Complutense de Madrid, expresó con sabiduría en un encuentro celebrado hace más de 15 años algunas prioridades ante el cambio climático que hoy son plenamente vigentes. “Las personas responsables de las Administraciones, los técnicos que trabajan cerca de los políticos y los políticos mismos deberían leer lo que escriben y escuchar lo que dicen los científicos y técnicos que investigan estas cosas”. “Casi nadie toma en serio este problema”, añade y considera que obviamente sobre todo es un “problema de concienciación a todos los niveles sociales, desde la clase política y gobernante, hasta el agricultor que cultiva sus tierras”, es decir el conjunto de la sociedad. Los primeros deberían poner en marcha medidas y los segundos deberían ejecutarlas.

Es inaplazable aplicar los conocimientos del riesgo poblacional por olas de calor y usar herramientas apropiadas para contribuir de manera efectiva a las políticas públicas orientadas a la adaptación al cambio climático. Por ello la Fundación Matrix contribuye al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, especialmente al  ODS13, Acción por el Clima, y al ODS11, Ciudades y Comunidades Sostenibles. El ODS13 exige involucrar a las Administraciones Públicas y a la sociedad civil, en particular del ámbito científico. Hoy el principal reto es la adaptación a los riesgos climáticos futuros: es hora de concienciar y actuar.

Dr. Javier Montalvo, Profesor de Ecología de la Universidad de Vigo y Director de la Fundación Matrix

Mtr. Alberto González, Investigador de la Fundación Matrix y la Universidad Complutense de Madrid

Mtr. Antón Blanco, Investigador de la Fundación Matrix

Artículo divulgativo de los proyectos de investigación CLIMVAC, subvencionado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y MAYORSIG, subvencionado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, realizados por la Fundación Matrix, Investigación y Desarrollo Sostenible en colaboración con la Universidad de Vigo.

Más información:

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