09 Dic ¿Qué es la violencia de género?
¿Qué es la violencia de género?
Es un problema de nuestra sociedad y una manifestación de la desigualdad entre mujeres y hombres. Resulta de una cultura y socialización sexista desde la infancia, cargada de estereotipos. No es una cuestión solo del ámbito familiar. Tampoco es una idea de izquierdas o de derechas, porque no es un concepto ideológico. El maltrato a la mujer en sus diferentes formas se debe entender y atender bien por los responsables de la seguridad ciudadana, de las políticas públicas o de la justicia, entre otros. Jennifer Chamadoira, pedagoga especialista en igualdad y violencia de género de la Fundación Matrix, nos ilustra sobre su significado y por qué nos debe interesar a todas y a todos, sin exclusión.
La sociedad aún no entiende bien qué es la violencia de género, afirma Marina Marroquí, educadora social y superviviente de este tipo de violencia. A menudo se usa con el mismo sentido que “violencia contra las mujeres”. Existen diversas delimitaciones conceptuales e incluso nomenclaturas sobre el concepto de violencia de género. Coinciden en que esta problemática social resulta de la desigualdad perpetuada entre mujeres y hombres, causante de una situación de subordinación e inferioridad de las mujeres con respecto al varón. Hasta hace poco, este problema formaba parte de la vida privada de las personas. Era considerado un asunto de familia, que no debía trascender de puertas para fuera y, por lo tanto, sobre el que no se debía intervenir.
Sin embargo, el hecho de que la violencia contra las mujeres trascienda la esfera privada, por su magnitud y por su inherente gravedad, aumenta la conciencia social del origen de este conflicto y hace imprescindible una respuesta responsable mediante políticas públicas. En España, solo en 2018, por ejemplo, se registraron 166.961 denuncias por violencia de género, y desde 2003 son más de un millar los feminicidios, muertes de mujeres por violencia de género.
Naciones Unidas (1993) definió la “violencia contra la mujer”, en su Declaración sobre eliminación de esta violencia, como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Naciones Unidas incluyó en 2015 la igualdad de género entre los 17 objetivos de desarrollo sostenible. Este objetivo enfatiza poner fin a la discriminación que sufren mujeres y niñas y lograr su empoderamiento. ONU Mujeres, la organización de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género –una de cuyas cinco áreas prioritarias de actuación es poner fin a la violencia contra las mujeres–, hace referencia al concepto “violencia de género” en sus campañas desde hace años.
Aunque la forma más común que se conoce como violencia de género es la que sucede en el ámbito de las relaciones afectivas, este maltrato presenta otras formas, cuya presencia varía según el ámbito cultural. En algunos países asiáticos existe infanticidio femenino, que es causar la muerte selectiva e intencionada de niñas recién nacidas, como sucede en India, donde la violencia de género presenta otra trágica dimensión: mueren entre 25.000 y 100.000 mujeres cada año por impago de la dote matrimonial. También son manifestaciones de la violencia de género las prácticas tradicionales de algunos países del África subsahariana, como los matrimonios forzados de niñas o la mutilación genital. UNICEF estima que al menos 200 millones de niñas y mujeres de 30 países han sufrido mutilación genital femenina. En España existen 18.000 niñas con riesgo de sufrirla por ser originarias de países donde esta práctica es común.
La trata internacional de mujeres con fines de explotación sexual o de otro tipo, es una preocupante forma de violencia de género. Representa un flujo migratorio que afecta a alrededor de medio millón de mujeres y niñas al año en el mundo, según Amnistía Internacional, que considera a España como uno de los principales países de tránsito y destino. Las agresiones, abusos sexuales y violaciones a mujeres, o el acoso sexual o por razón de sexo a las mujeres en centros educativos o de trabajo, sin una relación afectiva con el agresor, constituyen formas de violencia de género muy conocidas en España y otros países occidentales.
Por tanto, el concepto “violencia de género”, denominado en inglés “gender-based violence”, aunque es equivalente al concepto de violencia machista usado por los medios de comunicación en España, es algo más que violencia de personas del sexo masculino contra las mujeres y niñas. El Instituto Europeo de la Igualdad de Género, la única agencia de la Unión Europea dedicada a esta materia en exclusiva, considera que la violencia de género es causa y consecuencia de la desigualdad de género.
“Violencia de género” es un concepto que no se refiere al género gramatical ni al sexo biológico de quien la sufre. Se refiere sobre todo al género como construcción sociocultural de una sociedad, al rol, actividades y atributos que una sociedad concreta, y en una época determinada, considera apropiados para los seres humanos de cada sexo.
Violencia y desigualdad de género
La violencia de género es una de las manifestaciones más claras de la desigualdad entre mujeres y hombres porque se produce por la diferencia subjetiva entre los sexos, que sitúa a una mujer en inferioridad con respecto al varón. La violencia de género es una violación del derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad y a la dignidad de las mujeres y, en consecuencia, un impedimento para el desarrollo de una sociedad democrática. En este sentido, el concepto “violencia de género” expresa que las mujeres pueden sufrir violencia por el mero hecho de ser mujeres en diversos ámbitos de la vida, sin importar su edad, estrato social, nivel educativo, cultural o económico al que pertenecen.
La violencia de género emana de la pervivencia de un sistema de dominación-sumisión entre hombres y mujeres. Esta desigualdad se refleja en cómo la sociedad se estructura según los distintos roles y características atribuidas en función del sexo de la persona: hombres asociados con la fuerza, poder y ambición en todos los ámbitos de la vida pública, y mujeres con roles y características consideradas socialmente inferiores. Esta atribución incorrecta e injusta de características diferenciales se construye y naturaliza a lo largo del proceso de socialización desde la infancia, a través de diversos mecanismos de reproducción que emergen de una cultura tradicional sexista, cargada de estereotipos acerca de lo que significa ser hombre y mujer.
Es cierto que se han producido cambios en cuanto a la ruptura con los roles tradicionales femeninos en los diferentes ámbitos (familiar, educativo, laboral, etc.). También que existe, en cierta medida, la auto-adjudicación de los rasgos femeninos y masculinos de forma independiente al sexo. Sin embargo, son cambios aún insuficientes. Sigue prevaleciendo una visión tradicional de los comportamientos, rasgos y roles de mujeres y hombres.
Todos estos esquemas y códigos se interiorizan de una forma tan fuerte que produce una naturalización de comportamientos y actitudes. Así, a las chicas se las relaciona con la ternura y los afectos, y a los chicos con la fuerza y la agresividad, como si estas cualidades tuviesen una justificación de origen biológico y no cultural. Del mismo modo, se da una correlación histórica y cultural entre masculinidad y virilidad con violencia, agresividad y dominio. La socialización de las mujeres y las niñas incorpora, por el contrario, elementos como pasividad, sumisión o dependencia, que las relega hacia un rol más vulnerable y paternalista.
Aunque en las sociedades occidentales se reproducen distintos esquemas y códigos ligados al sexo, aparece un modo de “ser hombre” en el imaginario cultural, que se denomina “masculinidad hegemónica”. La hegemonía masculina como expresión de superioridad y subordinación de otros colectivos, supone el asentamiento de diferentes formas de masculinidad según el contexto histórico, pero siempre manteniendo una superioridad sobre la mujer.
Todos estos valores patriarcales explican la violencia de género como resultado de una estructura jerárquica basada en las tradiciones, creencias y actitudes que mantienen la desigualdad entre ambos sexos. En este sentido, es una violencia estructural utilizada como herramienta para mantener un determinado orden de valores discriminatorios para la mujer.
El concepto de violencia de género se aplica, en definitiva, a una realidad compleja y multicausal, que se expresa en múltiples formas. La magnitud de este problema en España y en otros países alcanza proporciones epidémicas, afectando a muchos miles de mujeres. Es un fenómeno que merece una investigación específica apropiada y con diferentes enfoques. La Fundación Matrix, por ejemplo, es pionera en la investigación de los patrones geográficos y factores de riesgo de la violencia de género en el ámbito de la pareja y expareja denunciada ante los juzgados en España.
¿Qué se entiende por violencia de género en España?
La Ley 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la define “como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”. Comprende “todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad”.
Por tanto, el marco normativo español limita el concepto de violencia de género a los casos de agresión física, sexual o psicológica a las mujeres por parte de un hombre con el que tengan o hayan mantenido algún tipo de vínculo afectivo-sentimental. Es importante señalar que, desde 2014, también son consideradas víctimas de violencia de género las hijas y los hijos menores de edad de las mujeres que sufren este tipo de violencia.
Por consiguiente, la ley de violencia de género estatal excluye otras formas de maltrato a la mujer presentes en el Convenio de Estambul, ratificado por España en 2014, considerado el tratado internacional más completo en la materia. No obstante, la prostitución forzada, la mutilación genital femenina, y el acoso, abuso y agresiones sexuales, son expresiones de violencia de género ya tipificadas como delitos en el Código Penal.
La legislación autonómica establece diferencias significativas en la delimitación del concepto de violencia de género. Así, por ejemplo, la norma catalana (Ley 5/2008, del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista), usa y define el concepto como “violencia machista”: “la violencia que se ejerce contra las mujeres como manifestación de la discriminación y la situación de desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres y que, producida por medios físicos, económicos o psicológicos, incluidas las amenazas, intimidaciones y coacciones, tenga como resultado un daño o padecimiento físico, sexual o psicológico, tanto si se produce en el ámbito público como en el privado”.
Las leyes autonómicas incluyen una descripción de las formas de violencia de género, contribuyendo a delimitar y especificar mejor el concepto que expone la normativa. Así, la Ley 11/2007, gallega para la prevención y el tratamiento integral de la violencia de género, entiende este problema social en sus múltiples formas comentadas. Incluye la violencia sexual y abusos sexuales, con independencia de la existencia de relación entre agresor y víctima, y el acoso sexual, cuando hay prevalencia de una situación de superioridad. Especifica la violencia económica como una forma de violencia psicológica contra la mujer que “incluye la privación intencionada, y no justificada legalmente, de recursos para el bienestar físico o psicológico de la mujer y de sus hijas e hijos o la discriminación en la disposición de los recursos compartidos en el ámbito de la convivencia de pareja”.
El Pacto de Estado contra la Violencia de Género expresa un hito en la lucha contra esta problemática social. Es un consenso institucional y de partidos políticos que debemos preservar para asegurar todos los derechos y libertades de las mujeres, sobre todo ante la emergencia de algunas opiniones disonantes que no parecen entender qué es la violencia de genero.
La Fundación Matrix contribuye a una de las medidas clave previstas en el Pacto de Estado mediante la realización de talleres educativos de prevención de la violencia de género. En 2019 los destinatarios son alrededor de 7.000 adolescentes de Galicia, Madrid y Cataluña.
Jennifer Chamadoira, Pedagoga y especialista en igualdad y violencia de género de la Fundación Matrix.
igualdad@fundacionmatrix.es
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